Entrevista a Iulia Bora

Iulia y yo arribamos a la plaza París con un ligerísimo retraso respecto de la hora convenida, pero tan a la vez que diríasenos coreografiados. Hace ya días que le pedí que me concediese una entrevista para nuestra página web; ella ha sido la mejor nota de acceso de todo Lloret en las PAU de este año y merecedora de una distinción de la Generalitat de Catalunya. Un 9,63 no es media baladí.

Contraviniendo un tanto el tópico de quienes se conocen poco y mal, Iulia y yo nos conocemos poco, pero bien. Y, aunque jamás he tenido el privilegio de ser profesor suyo (sí, en cambio, de su hermano mayor), la recuerdo desde siempre, desde su primer año en el Coll i Rodés: era la niña que nunca renunciaba a adornar su peinado con un lazo hecho de cinta azul.

— Te conozco desde antes de conocerte, Iulia. Fuiste la coprotagonista de una de las narraciones que corregí a tu hermano hace ya tres cursos. El asunto era un viaje hasta Rumanía. 
— Sí, yo llegué a España cuando apenas contaba con tres años de edad y, desde entonces, siempre hemos vuelto para ver a mis abuelos y al resto de la familia. En alguna ocasión el viaje lo realizábamos mi hermano y yo solos en avión o en autocar.
— Cruzabais Europa en autocar y la primera persona del narrador te perfilaba como una mujer muy segura de sí misma. Solo el dato de la edad desvelaba que la auténtica heroína era tan solo una niña.
— Pero, aunque viajásemos solos, el viaje ya estaba organizado.

Las PAU de este año han sido un tanto peculiares: por un lado, los alumnos de Lloret de Mar no han tenido que desplazarse, pues el Coll i Rodés ha sido sede de tribunal; por otro lado, el confinamiento ha puesto en peligro las inercias del curso y el parón antes de las pruebas de acceso podía jugar en contra del grado de preparación adquirido para abordarlas. 

— Pese a las especiales circunstancias de este curso, tus resultados en las PAU han sido óptimos.
— Lo cierto es que en todo momento me he sentido arropada por el profesorado del curso y siempre que los he necesitado han estado ahí para ofrecerme su ayuda. Ello, no obstante, no ha logrado impedir cierta inseguridad derivada de no haber podido asistir a clase, cierto temor a no estar preparada del todo.
 En unas declaraciones recientes a Nova Ràdio Lloret, decías que las materias que te resultaron más fáciles fueron Latín e Historia y que las más difíciles fueron Lengua Castellana y Lengua Inglesa. Me he molestado en mirar las notas: 9,5 y 9,5 fueron las de los dos exámenes que consideras más difíciles. A eso le llamo yo vencer las dificultades.
Castellano es una materia que, pese a que no la calificaría de difícil, la sitúo entre las menos fáciles. Y el hecho de que sea el primer examen de las PAU no ayuda, pues los nervios que se acumulan antes del proceso, se despliegan justo al encarar la primera prueba. Cuando me pusieron delante el cuadernillo, estaba temblando y no podía ni abrirlo. Me dispuse a leer las opciones y, de los nervios ni siquiera logré entender la frase que tenía delante. Sin embargo, supe rehacerme y fui dándome cuenta de que se trataba de cuestiones que habíamos trabajado en clase, cuestiones para las que me había estado preparando a conciencia. La duda, al final, me surgía más por el hecho de haber reservado poco tiempo para la redacción. No es raro en mí que apure el tiempo en los exámenes.
Sabido es que la sensación tras el examen no siempre es la más ajustada al resultado objetivo. Y los resultados objetivos, en tu caso, dictan que estás preparada para continuar estudiar. ¿Sientes que es así?
— Sí, dentro de mí, siempre he sabido que estoy preparada; pero no puedo sustraerme por completo a la dualidad del me va a salir muy bien frente al no vas preparada. No puedo evitarlo. No sé escuchar a la parte positiva y desoír a la negativa.
— Derecho junto con Criminología y Políticas Públicas de Prevención, un doble grado en la UPF…
— Desde 3.º de ESO, he sentido el deseo de cursar Derecho. Todo empezó con una serie de abogados que veía en televisión: me gustó tanto, me emocionó tanto, que tuve claro que me quería ver ahí, con toga y defendiendo causas. Nada ha habido después que haya desdibujado ese deseo. Sin embargo, al pasar los años, mis gustos se ampliaron y me fui interesando por la criminología. Tenía claro que Derecho quería cursarlo en la UPF y, al descubrir que esta universidad ofrecía el doble grado, tuve clara la elección.
— Es curioso… De un tiempo acá, la criminología gana adeptos y comentando con los jóvenes este interés, de una forma u otra, siempre acaban saliendo a relucir ciertas series televisivas. Tú no las has mencionado; pero sí las de abogados.

Iulia ríe, alada y limpiamente, antes de reconocer que, pese a que en modo alguno han influido en su decisión, también ha visto algún que otro capítulo de estas series que, en realidad, versan más sobre criminalística que sobre criminología.

—Estamos viviendo en tiempos de pandemia vírica, lo de las políticas públicas de prevención podría dar lugar a equívocos…

Iulia vuelve a reír.

— No. No tiene nada que ver. Se trata de la prevención de delitos. Y lo de público tiene que ver con el Estado, pero no con el hecho de que quiera o no ser funcionaria.

— ¿Cómo imaginas la universidad?
— Imagino un sitio muy novedoso para mí, con gentes muy diversas… Tengo muchas ganas de universidad y la espero con mucha emoción. Desde pequeña, una oye mencionar la universidad, la universidad…, y suena lejana y casi monstruosa. Tengo ganas de enfrentarme al monstruo, porque
estar a un paso de él, da miedo, mucho miedo; pero, a la vez, hace revolotear mariposas en el estómago. Será, sin duda, una nueva etapa que va a ayudarme mucho, que me permitirá olvidar todo y mejorar, crecer personalmente.
— ¡¿Olvidar todo?!
— No. Olvidar, exactamente, no. Superar lo anterior. El instituto es una etapa dura, muy dura. Sobre todo la ESO; en bachillerato es más fácil que uno encuentre su sitio.

Iulia, con sus mariposas y con su miedo al monstruo acaba de definir metafóricamente la esencia emotiva de los grandes retos.

— Tú, este año, y Marta Quellos, el anterior, habéis logrado sendas menciones honoríficas en las pruebas PAU y habéis conseguido las notas de acceso más altas de todos los alumnos de Lloret de Mar. ¿Cómo se entiende que los estudios de humanidades no gocen de mayor prestigio?
— Suele verse como una opción de descarte. Si un alumno se ve capacitado para el estudio, suele optar por las ciencias. Es una inercia enquistada en el sistema desde hace unos años. No creo que responda a una razón suficiente. Yo concedo el mismo valor a las ciencias que a las letras. No pueden prescindir las unas de las otras.

No puedo disimular cuánto me ha gustado su respuesta y nos deleitamos en reivindicar durante unos momentos el enorme prestigio que tanto Marta como ella confieren a los estudios humanísticos.

— ¿La decisión de encaminar tus estudios a través del bachillerato humanístico para llegar a este doble grado es decisión tuya o tu familia tiene algo que ver en ello?
— Siempre he encontrado un apoyo incondicional y muy valioso en mi familia. Al finalizar 4.º de ESO, ellos me dijeron que hiciese aquello que me motivase, que lo que no querían era verme dos años sufriendo o arrepintiéndome por haber escogido algo que no me gustase. Y no se fijaron en si la opción ofrecía más o menos salidas.
— ¿Hacia dónde te lleva la llamada de la abogacía?

— Hacia el derecho penal y la magistratura, espero.
— ¡Oh! ¿Señora juez o señora jueza?
— Jueza, por supuesto. Sé que es un gran reto, pero ya se sabe que nada es imposible.

La conversación giró durante unos minutos en torno a la honradez, acaso el valor humano con cuya prevalencia la sociedad sería más justa. Y de impartir justicia es de lo que va la judicatura. En ese instante, supe, sin lugar a dudas, que estaba charlando con una gran jueza.

— Serás una gran jueza.
— Gracias. Eso espero. Queda aún todo por delante. He de meterme en ese mundo y esperar que sea lo que imagino. En realidad, procuro no cerrarme nunca puertas. Si tuviese que replantearme el futuro, el periodismo y el mundo editorial también me resultan atractivos. De todas formas, una de las ventajas que ofrece un doble grado es que si una de las dos opciones no te convence, siempre puedes continuar cursando solo la otra: si no me gustase derecho, continuaría con criminología, o viceversa.

Este abanico de opciones me recuerda que siempre he tenido la certeza de que Iulia es una humanista de pro (en las dos acepciones de esta locución adjetiva). De tal modo es así que me he pasado el curso tratando de sumarla a la causa de los patios poéticos. Sin éxito, he de reconocer, y, acaso por ello, Iulia se ha presentado a la cita de hoy con un maravilloso regalo bajo el brazo: la suma poética de José Luis Sampedro.

— Nunca logré convencerte…
— Es que la poesía nunca me ha llamado suficientemente. No sé… Quizás porque no la entiendo y, si no la entiendo, no puede llegar a satisfacerme.
— Pero tú sabes que la ventaja de la poesía, al menos la lírica, frente a otras manifestaciones literarias es, precisamente, que no hay que entenderla.

Iulia ha ido riendo mientras yo formulaba mi objeción, dando a entender que ya esperaba mi pero.

— Sí… Pero, aun siendo así, no me llega a transmitir tanto como la novela. La extensión de la novela permite un adentramiento paulatino y progresivo que te llama poderosamente. Puedes perderte en ella durante todo el tiempo que quieras. El poema, en cambio, se desvanece.
— Sé lo que quieres decir, aunque, tal como yo lo veo, es en un poema donde puedes perderte toda una vida, mientras que la novela se acaba en una semana o en un mes. Y, si me lo permites, voy a hacer de augur: habrá un día, dentro de cinco o de veinte años, en que llegarás a la poesía o la poesía llegará a ti. Sin que ello signifique renunciar a la novela, por supuesto.
— ¡Quién sabe! Siempre cabe encontrar el poema que me haga amar la poesía…
Aunque la criminología casa más con la novela que con la poesía.

Nos reímos de su ocurrente cierre del tema.

No hay docente que renuncie a haber tenido a Iulia en el aula. Yo, que no pude tenerla, quiero, sin embargo, poder quedarme con ella. La memoria será la aliada perfecta para poder hacerlo. Pero se me ocurre que también puedo apoyarme en la fórmula poemática de Mario Benedetti:

No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
solo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo

pero si

pese a todo no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
solo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas

entonces

no te quedes conmigo.

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