Entrevista a Marta Quellos

Marta está esperándome en un extremo de la plaza París a la hora convenida. Hace ya días que le pedí que me concediese una entrevista para nuestra página web; ella ha sido la mejor nota de acceso en las PAU de todo Lloret: 9,66. ¡Ahí es nada!

Hace tres cursos que nos conocemos y, durante este último, he sido incluso su tutor; no obstante, este encuentro escapa de lo habitual, por lo que, a pesar de su sonrisa, y de su vencida timidez, la primera pregunta es…

P.— ¿Nerviosa…?
R.- Un poco. Nos conocemos bien, pero una entrevista siempre impone un poco.

Esta es la segunda entrevista que concede Marta en muy poco tiempo. La anterior fue ante el micrófono de Nova Ràdio Lloret, en compañía de los dos alumnos con mejor nota PAU de los  otros dos institutos de Lloret donde se cursan estudios de bachillerato.

P.— ¿Al empezar el curso, imaginabas tu situación actual?
R.- Al empezar 2.º de bachillerato, tenía el convencimiento de que, si me ponía en serio, podía acabar obteniendo muy buenas notas, pero no podía imaginar sacar una nota tan alta tras el cálculo final de la calificación de las PAU.

En épocas de final de etapa, parece instaurarse por doquier un reduccionismo consistente en cifrar el éxito o el fracaso educativo según las notas alcanzadas. ¿Es esto lo que cabe esperar de la educación?
Espérate a que entienda la pregunta (risas)… El éxito en la educación ha de medirse según lo que cada cual ha aprendido; no hay manera de medirlo más allá de esta consideración. Por supuesto, los profesores necesitan una guía para medir ese aprendizaje y, de ahí, los exámenes, pese a que esta sea una guía discutible por cuanto los conocimientos demostrados en ellos están, en su mayoría, destinados al olvido.

Lo que tus profesores esperábamos de ti es aquello con que nos has obsequiado siempre, académica y humanamente, en el Coll i Rodés; lo que tú esperabas de nosotros acaso ya dé un poco lo mismo (aunque puedes opinar abiertamente, por supuesto)… Pero, lo que cabe preguntar en estos momento es sobre lo que tú esperas de tus futuros profesores universitarios.
Yo espero encontrar profesores como algunos de los que me he encontrado en el instituto, profesores que entren al aula con ganas de dar la clase, de conectar con sus alumnos. En la universidad, las clases se imparten a grupos más numerosos; no es lo mismo explicar a 30 alumnos que a 100 alumno, y no quisiera echar de menos la conexión que sentía tener en el Coll i Rodés con determinados profes. Lo que me disgustaría es tener delante a quien, aun siendo un pozo de sabiduría, se dedica a mirarnos por encima del hombro mientras nos invita a mirar en la pantalla la amalgama de conceptos que acumula su Power Point.

¿Y de la universidad en sí?
Espero hacer lo que me gusta. Soy consciente de que ello no va a ser así al cien por cien; pero me ilusiona encarar asignaturas totalmente nuevas que me invitan a realizar tareas que nunca antes he acometido y que me llevan a aprender cosas de las que no tenía ni idea. Estoy deseando saber si el camino que he escogido es el que es realmente válido para mí.

O sea que el criterio que has seguido, básicamente, a la hora de elegir estudios ha sido el de que estos te motiven, te ilusionen…
Sí… Vamos a ver… He escogido letras (risas)… Si hubiese querido triunfar en la vida, hubiese optado por ciencias o tecnología.

Creo que, en este punto de la entrevista, toca que me definas qué es triunfar en la vida. ¿Piensas que no se puede triunfar en la vida siendo de letras? Es decir, ¿piensas que soy un fracasado? (risas)
Es mucho menos simple que eso (más risas). Por triunfar en la vida, me refiero a disfrutar de estabilidad económica y ser feliz con lo que tienes. El dinero no da igual; sería una hipócrita si dijese lo contrario. En última instancia, se trata de que el individuo pueda enriquecerse personalmente sin que haya barreras que se lo impidan y, para ello, conviene ganarse bien la vida. Viajar, por ejemplo. A viajar yo le concedo una importancia vital, pero cuesta dinero. Los estudios científicos y tecnológicos te abren las puertas de oficios y ocupaciones mejor remunerados. Acaba siendo estadísticamente muy poco probable que una letrada llegue a ser una reputada autora de superventas, cuyos derechos de autor ceda a la industria cinematográfica.

Y, aun así, insisto, parece que eliges estudios que te motivan, que te ilusionan…
Sí el doble grado que he elegido me ilusiona y me motiva mucho. Es lo que me gusta, y creo que tengo más oportunidades de triunfar en lo que me gusta que en lo que no me gusta.

Dado el éxito de tus resultados académicos y, sin ese ánimo reduccionista que he mencionado antes, ¿cabe pensar en algo que, mirando atrás, te gustaría que hubiese sido distinto?
Ufff… Por una parte, estoy tentada de decir que no cambiaría nada, porque si cambiase algo, quizá variase mi situación actual y, ciertamente, ahora estoy muy feliz. Pero, si prescindimos de esta consecuencia, sí me hubiese gustado cambiar antes de instituto. Me hubiese gustado cursar toda la ESO en el Coll i Rodés, en lugar de llegar en 4.º curso; creo que hubiese sido más feliz disfrutando antes de ese ambiente sano con que he pasado allí estos tres años.
Y yo hubiese disfrutado de tu presencia antes, pues ya en 3.º hubiese sido tu profe (sonreímos).

Si tiramos de clichés, lo de acertar o equivocarse es un riesgo. Probemos: por un lado, eres chica, lo que estadísticamente te otorga mayores posibilidades de lograr la mejor nota del instituto; y, sin embargo, en los otros dos institutos de Lloret, han sido chicos quienes, en este curso, han conseguido mejores notas. Más allá de una posible verdad estadística, ¿crees que hay diferencia entre chicas y chicos a la hora de afrontar los estudios?
Alguien con un máster en biología podría responder mejor que yo a esta cuestión, porque, al fin y al cabo, lo que define a chicos y a chicas es pura química. Yo no me atrevo a establecer diferencias notables entre unos y otros en los estudios. Conozco a chicos que son muy inteligentes y que estudian un montón, como los dos compañeros de los otros institutos que han sacado también la mejor nota de selectividad de sus respectivos centros. También los hay que no se esfuerzan. Y, con las chicas, sucede lo mismo. No creo que el género tenga demasiado que ver en todo ello (interrumpe su discurso con gesto grato y me hace desviar la atención de ella). ¡Mira, es Dolors!

Efectivamente, Dolors, la profesora de matemáticas que ha impartido clases a los compañeros de promoción de Marta, cruza la plaza y, advertida por mí, desvía su camino para acercarse a saludarnos. Va muy bien acompañada por su marido. Tras el agradable paréntesis, retomamos la entrevista.

Segundo cliché: las mejores notas suelen darse en la modalidad científica del bachillerato. De ello ignoro la estadística; pero, si atendemos a lo que ha sucedido en el Coll i Rodés este curso, las dos matrículas de honor de la etapa habéis sido tú y tu compañera Natalia, ambas estudiantes de la modalidad humanística. ¿Hasta qué punto crees que es cierto que los estudiantes con mayor capacidad suelen preferir los estudios científicos?
Yo creo que eso viene por la creencia de que quienes hacen el humanístico, el social, el artístico…, modalidades que no tienen carácter científico, son aquellos alumnos que no pueden con las mates, con la física… Ello incrementa el prestigio de las ciencias y de la tecnología. Si uno se siente capaz, parece que el camino natural haya de ser ese. Por otro lado, quien más capacidad intelectual, llevado por la curiosidad, mira más hacia el descubrimiento de cosas nuevas que hacia el pasado cultural. Siempre hay excepciones, claro: Natalia y yo hemos elegido el humanístico. No puedo hablar por ella, pero yo lo he elegido porque es lo que de verdad me gustaba. Me veía capaz de cursar el científico, el tecnológico…; el artístico, no (risas), y, sin embargo, mi gusto y la curiosidad que yo sentía me llevaron al humanístico.

Cerca del 10 en la nota de expediente, cerca del 10 en la calificación de la fase general, cerca del 10 en la nota de acceso… ¿Eres una chica 10?
Eso debes preguntárselo a los demás. Creo que las respuestas variarán mucho dependiendo de a quién preguntes, sobre qué aspecto de mí preguntes… Yo no puedo decir si lo soy o no; se juzga mejor desde fuera que desde dentro. Lo que sí puedo decir es que, en cuestión de estudios, siento que soy capaz de ir a por el 10 y me lo exijo. Si yo creyese que mi tope está, por ejemplo, en el 9, no me exigiría el 10. Me exijo aquello de lo que me creo capaz. Conseguirlo ya es otra cosa.

En cualquier caso, esa nota tan alta te faculta para estudiar lo que desees. Y lo que deseas es…
El nombre oficial es Llengües aplicades i Traducció i estudis anglesos; pero, si le digo eso a la gente, se me raya. Por eso, digo Traducció i filologia anglesa. Se ofrece como un doble grado y la parte de traducción se enfoca, más que a la interpretación, a las lenguas aplicadas. Yo me lo imagino como si la traducción no fuese el punto de partida, sino el punto de llegada. Haces mucho francés, mucho estudio de la lengua ligado al contexto histórico y cultural, más allá de lo que supone un trabajo con herramientas puramente gramaticales. Ello hace que el conocimiento de la lengua se asuma más íntimamente, con lo que la tarea de traducción se puede realizar de forma más natural.

Has hablado del francés. ¿Con cuántos idiomas te las habrás de ver en el grado?
En este doble grado, las materias optativas que pueden elegirse no son otras lenguas; son de profundización teórica. Inglés, francés, catalán y castellano, a fondo.

¿Y por qué en Lleida?
Es el  único sitio donde se puede cursar esta titulación. De hecho, mi única duda antes de decidirme era la de tener que ir a Lleida. Barcelona me atraía poderosamente; es una ciudad que ofrece muchas posibilidades de experimentar emociones y sensaciones nuevas. Y la comparación con una ciudad mucho más pequeña, lejana, envuelta en niebla, con temperaturas extremas de frío y de calor… Yo nunca había estado en Lleida y me costó decidirme; pero la circunstancia del lugar no puede competir con el deseo de formación. De todas formas, tras decidirme, empecé a ver el lado positivo del asunto: Lleida es una ciudad más barata que Barcelona, sus índices de contaminación acústica, lumínica y del aire no acabarán conmigo; es una ciudad bonita; los estudios universitarios, con aulas menos pobladas, poseen un carácter más personalizado… Y estaré mucho más cerca de mi mejor amiga.

¿Conoces a Màrius Torres?
No.

En un poema dedicado a su amigo Joan Sales, supo plasmar con delicadeza la idílica imagen de una Lleida en equilibrio entre el recuerdo y la esperanza:

La meva Lleida no és la teva. Més encara,
ara, de lluny la veig, no tan dura i més clara,
la Lleida enlluernada dels cirerers de rosa,
on la primera abella tremola quan s’hi posa.
Dels caminets fondals olorosos i frescos,
dels àgils hortolans, franciscans i morescos;
on les paraules tenen un tornaveu de flautes
i el càvec és la proa dels eterns argonautes.
On guarda cada mà durícies dels seus avis.
Revinguda hortolana amb una rosa als llavis,
generosa i alegre. Vora el riu que bressola
la seva vida neta de ciutat camperola,
coronada de pàmpols i d’oliveres bruna,
també sap, a les nits, fer versos a la lluna.

El equilibrio entre el recuerdo y la esperanza es el equilibrio entre el pasado y el futuro. Aristóteles definió tres potencias del alma: memoria, entendimiento y voluntad. Desde nuestro entendimiento presente, Marta, deseo que esa esperanza y esa voluntad que depositas en tu futuro lleguen a fructificar de tal modo que, transcurridos los trabajos y los días, eso que ahora es futuro se te haya convertido en grato recuerdo vivencial.

Gracias, Marta. Te deseo lo mejor.

Juanjo González.

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