Fou Roberto Gervaso qui digués que «Quan una sortida o una posta de sol no ens provoquen cap emoció, vol dir que l’ànima està malalta». És per això que sé que el nostre conserge Jordi, autor d’aquesta fotografia, és d’ànima forta.
No només es tracta d’un exquisit joc de llums i penombres que ens copsa els sentiments; en la batalla última entre la nit i qui ha de ser el seu vencedor, el dia, també ens emocionen l’aire fresc, el silenci i la buidor dels alegres espais que, en un parell d’hores seran testimoni d’una explosió de colors, paraules de complicitat i moviments d’anada i tornada.
Però no ens avancem; són només les vuit del matí i, «¿Quién duda sino que en los venideros tiempos, cuando salga a luz la verdadera historia de los famosos hechos de conserjería, que el sabio que los escribiere no ponga, cuando llegue a contar esta salida tan de mañana, desta manera?: “Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz del ancho y espacioso patio las dorada hebras de sus hermosos cabellos, y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus harpadas lenguas habían saludado con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada aurora, que, dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas y balcones del lloretense horizonte a los mortales se mostraba, cuando el famoso conserje don Jordi de la Cámara, dejando las laboriosas fotocopiadoras, descendió por el famoso pasillo central y comenzó a salir a través de las antiguas y conocidas puertas dobles“».
