Voy a llamar a mis padres…
Eugenia Torres, professora de Matemàtiques
Quisiera compartir con todos ustedes una pequeña reflexión sobre el aislamiento social que estamos viviendo y la familia.
Estos días de confinamiento nos encontramos que no podemos visitar físicamente a parte de nuestra familia, principalmente a nuestros padres. Afortunadamente disponemos de medios como el teléfono, los mensajes de whatsapps o las videollamadas que nos facilitan la comunicación con ellos y a su vez nos permiten calibrar, a partir de su tono de voz, cuál es su estado de ánimo y si se encuentran bien de salud. Estoy segura que es un ritual que se repite a diario por todo el territorio en miles de hogares.
Sin embargo, esto que para muchas personas es un hecho coyuntural consecuencia del confinamiento, es muy habitual para aquellos que tenemos a nuestros padres lejos, a miles de kilómetros, como es mi caso. Cuando vives lejos de tus padres y hermanos el teléfono es vital porque acorta la distancia aunque no pueda superarla. Ir a comer a casa de tus padres o pasar una tarde por casa de tu hermana se convierten en hechos extraordinarios que se viven concentrados y con intensidad dos o tres veces al año, como para compensar la lejanía del resto del año.
Así que estas semanas, cuando algún conocido o amigo me habla o me escribe sobre su pena por no poder visitar a sus padres, sé muy bien de lo de que habla. Por un lado comparto su sentimiento de carencia, su preocupación; pero por otro, lo que querría es decirle que se considere afortunado porque habitualmente tiene “cerca” a sus seres queridos, entendiendo por cerca lo que un viaje razonable de coche puede cubrir. Sin depender de un avión. Lo que me nace de dentro es exhortarles a que gocen de lo que supone tener a la familia “a tocar”. Ustedes que pueden, ¡disfrútenlo!