La cazadora de Indiana Jones

La cazadora de Indiana Jones toca las cuestiones fundamentales de la adolescencia. Se trata de una novela de iniciación, en la que la protagonista, una chica inteligente y sensible al mundo que la rodea, sin apenas darse cuenta, se introduce en una aventura interior que va a hacerla madurar inexorablemente.

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La aventura empieza con una mentira. Christie  hereda una cazadora de su hermano, que a ella le parece horrible. Sus compañeros del instituto se burlan de ella. Y como defensa teje una mentira, dice que la maltrecha prenda es la que llevaba Harrison Ford en Indiana Jones. En un instante la insulsa cazadora es elevada a la categoría de mítica. Es entonces cuando nace el deseo del otro, la envidia. Y la cazadora pasa a ser adorada con fascinación por aquellos que la han denostado.

La mentira de Christie es una buena mentira, en el sentido de que resulta creíble, verosímil, pues parte de ella se asienta en la verdad: resulta que ella tiene un tío que vive en Miami, que tiene por costumbre hacerle regalos cuando va a visitarla. Un día, de paso por Hollywood, lo llevan a donde venden las ropas de los actores de cine. Y es allí donde encuentra la cazadora, que se ha convertido en un símbolo.

La cazadora simboliza la aventura, el riesgo a flor de piel. ¿Quién no ha deseado alguna vez en su adolescencia beberse la vida a borbotones, como hace el apasionado Indiana Jones? La mentira arrastra a los compañeros de Christie a adoptar una segunda piel, al identificarse con el personaje. No olvidemos que una de las razones por las que sentimos atracción por el cine o la literatura es para sentir que podemos salir de nosotros mismos y vivir otras vidas a través de los entes de ficción.

Y es también esa inocua mentira la que sorprendentemente  lleva a la protagonista de la novela hasta Georges, un alumno nuevo, que sale en su defensa justo después de ser presentado a la clase, cuando el director del instituto le pide su opinión sobre el asunto de la cazadora.

“Pienso que reírse de los demás está mal. Que reírse de alguien porque lleva una cazadora que le está grande es una estupidez. Y que contestar a una agresión estúpida con una fantasía inocua es… ¡creativo!”, opina Georges inteligentemente. y es que lo más fácil para Christie hubiera sido responder agresivamente a la burla que se hace de ella. Pero reflexiona antes de hablar, domina sus impulsos, es decir, actúa con inteligencia.

Christie se enamora de Georges a primera vista, se queda “colgada de sus ojos grises y de su mirada”, y también, cómo no, de la ingeniosa argumentación que hace en su defensa. Pero son demasiadas novedades para un corazón tan joven. El miedo se apodera de ella y huye de su propio deseo. Y es que Christie no solo tiene que enfrentarse al inmenso dolor que supone la muerte de un padre y a la escasez de recursos económicos que se derivan de esa pérdida, sino que tiene que resistir los sobresaltos  emocionales  de un primer enamoramiento, que la desestabiliza, y pone el dedo en la llaga de sus inseguridades.

Pero como no podía ser de otro modo, la protagonista se enfrenta a sus miedos, deja de luchar contra sus sentimientos y acaba acogiéndolos.

La cazadora de Indiana Jones es una novela breve pero intensa. De esas que invitan a la  reflexión. El narrador protagonista se expresa con un estilo fresco y coloquial, haciendo gala en todo momento de un sano sentido del humor, a pesar de lo peliagudo de algunas situaciones vividas. El mensaje de la novela es optimista: existe una promesa de felicidad en las relaciones interpersonales.

M.M.M.

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