Cuando hablo de la experiencia personal más importante que he experimentado, me refiero a un momento de liberación, un momento en el que mi vida cambió por completo, en el que muchos de mis miedos, de mis inseguridades, y de mis remordimientos, los cuales llevaban años persiguiéndome, se fueron para siempre. Ese día de octubre en el que mi mayor secreto salió a la luz, día en el que salí del armario.
Da la casualidad de que, justamente ese día, un amigo de mi hermana, perteneciente al mismo colectivo que yo, vino a mi casa y vio que yo estaba escuchando a dos artistas femeninas, las cuales son muy populares dentro de la comunidad gay. Como consecuencia, le dijo a mi hermana que, una de dos: o era gay, o tenía muy buen gusto para la música. Ante estas declaraciones, mi hermana se mostró algo escéptica, pero no descartó la primera opción, pues nunca expresé ningún tipo de deseo hacia las mujeres.
Cuando él se fue, mi hermana entró para explicarme lo que había hecho durante el día y, a modo de anécdota, me contó lo que su amigo le había dicho. Yo me reí con nerviosismo.
Cuando estaba a punto de salir de la habitación, frenó en seco, se dio la vuelta y soltó la pregunta clave: ‘’Porque tú no eres gay, ¿verdad?’’. Mi cara se volvió más pálida que nunca, no me veía capaz de separar la mirada de la pantalla del ordenador, lo único que se me ocurrió fue soltar un ‘’no sé’’. No hacía falta decir nada más, ella lo entendió todo, me miró boquiabierta, y me abrazó con un entusiasmo inmenso. Sentí liberación, sentí que me había quitado un gran peso de encima, sentí que me estaban naciendo alas y que pronto aprendería a volar.
A partir de ahí, todo fue coser y cantar. Mis padres, mi familia en general, mi mejor amiga y mi gente más cercana, me aceptaron sin ninguna pega, superaron por completo mis expectativas. Y éste fue el día en el que decidí que mis auténticos colores no volverían a ser pintados de gris por nada ni nadie.
