5 centímetros por segundo

Per Carolina Rocha 
Concurs literari: Premi prosa castellana

– ¿Sabes que los pétalos caen 5 centímetros por segundo?
– iUau! sabes muchas cosas.
– ¡Vamos llegamos tarde!
– ¡Eh espera!, ¡Verónica!
– Espero verte de nuevo, adiós Alexi.

Y desde ese entonces se había acabado todo.
Recordaba esa frase, su sonrisa y su mirada , ella era medio año mayor que yo. Nos conocimos a mediados de invierno, vino unos 2 meses después de mi llegada; la vi por primera vez con la cara sonrojada y con la orejas totalmente rojas, escondiendo su cara con la enorme bufanda que llevaba puesta. Yo no tenía amigos, porque siempre me mudaba a causa de mis padres, y cuando la miré enseguida supe que estábamos unidos. En el instituto siempre hablaban de nosotros, que sí quizás seríamos novios o primos, incluso hermanos. A ella no le gustaba eso, aún no sé las razones, pero yo siempre estaba ahí para defenderla. Cada tarde, cada fin de semana esperaba la carta que siempre me prometió que me mandaría. Un día al revisar el correo como siempre, la encontré, ipor fin!.

Querido Alexi: Ha pasado aproximadamente 1 año desde nuestra despedida, seguramente te preguntarás por qué no te he escrito durante ese tiempo; pues la verdad es que no tuve demasiado tiempo y te mentiría si te escribiera que está todo bien. No sabes las ganas que tengo de volver a verte, abrazarte y reír contigo hasta que lloremos de felicidad, ir y volver juntos a la escuela hablando de tonterías y bailando por el camino, aún recuerdo el hermoso paisaje que tenía y el azul junto al amarillo brillante del cielo, como un atardecer, dime Alexi:
¿te acuerdas de algo?…

Mientras leía aquella carta, sentía como pequeñas lágrimas caían lentamente por mis mejillas. Claro que me acordaba, cómo no poder hacerlo, pero a decir verdad no era el paisaje lo que admiraba de todas esas mañanas, si no su mirada y la expresión de felicidad absoluta que resplandecía en su rostro. Los recuerdos empezaron a reproducirse como una película, cuando no nos importaba nada.

Luego de esa imprevista carta me llevó más de una semana volver a escribirle, era tan emocionante, cómo reaccionaría cuál sería su expresión; había tantas cosas que quería contarle.

Querido Alexi: Gracias por contestarme, realmente pensaba que no lo harías. ¿Cómo te encuentras? Aquí ya ha empezado a hacer un poco de calor, allí todavía no ¿verdad? Me han dicho que te mudas, mucho más lejos de lo que me esperaba. Aunque me pone un poco triste, yo siempre te esperaré como prometimos, estaremos juntos para siempre…

Era verdad, no podría ni siquiera visitarla, pero yo también esperaba lo mismo que ella, no sabía cuánto tiempo aguantaría sin verla, estábamos separados y ahora lo estaríamos más.
Las cartas siguieron así por algunos meses hasta que, un martes por la noche, en que había llegado tarde a casa porque acababa de venir de la biblioteca, mi madre me dijo que ya estaba la cena, y al sentarme vi una carta que llevaba escrita en grande mi nombre. Le pregunté a mi madre de qué trataba, pero ella simplemente me dijo que lo abriese y yo procedí. Me sentía nervioso, me temblaban las manos; cuando empecé a leerla sentí un alivio y una felicidad inmensa, la iba a ver, iba poder abrazarla y contarle todo lo que me había pasado en su ausencia.
En la carta decía que nos encontraríamos a las 5:00 pm el día 13 de marzo, no podía creérrmelo.
Mi madre y yo nos dirigimos en coche hasta esa ciudad. Habíamos partido un día antes, ya que el camino que recorreríamos era muy largo; mientras viajamos yo admiraba el paisaje que nos ofrecía esa linda mañana. Sin darme cuenta me dormí, el sol ya estaba desapareciendo y mi madre tenía ua vaso de café entre las manos.

– Mamá, ¿cuánto falta? pregunté, sin ganas, con los ojos medio abiertos.
– No mucho, cariño. Puedes dormir tranquilo, respondió con una sonrisa mirando con algo de tristeza hacia la carretera.

Yo noté eso, era extraño verla así, pero no dije nada me callé e intenté cerrar los ojos, pero no pude; había dormido demasiadas horas.

Era la 1 p.m, mi madre decidió que nos estacionaríamos en un restaurante, que se encontraba a unos 9 km de la ciudad y que allí mismo pondríamos gasolina para el coche. Comimos unos deliciosos filetes, con un puñado de arroz y ensalada. Terminamos, pagamos la cuenta y nos dirigimos directamente hacia el coche.

Ya estaba a pocos kilómetros de encontrarla, estaba tan ansioso que no podía quedarme sentado en aquel sillón. Habíamos llegado un poco antes, mi madre me dijo que no pasaba nada y que llamaría a sus padres para avisarles, que ya habíamos llegado. Noté esa expresión una vez más, pero lo ignoré por segunda vez, pensaba hablar con ella luego, aunque, a decir verdad, creía saber la razón, ya que ella y mi padre no estaban pasando los mejores momentos de su matrimonio. Cuando mi madre acabó de hablar, me dijo que nos encontraríamos en 20 minutos en una heladería cerca de su casa. Me encantaban los helados y pensar que ese día no podía ser mejor.

Por fin vi a sus padres, la busqué con la mirada, pero se me hacía imposible, no la encontraba, ¿dónde se habría metido?. Sus padres se sentaron delante de nosotros, les observé fijamente, tenían la mirada vacía, triste y los ojos hinchados, empecé a asustarme y a temblar, tenía un mal presentimiento.

-¿Dónde está Verónica?-. pregunté, haciendo un gran esfuerzo por hablar, debido al nudo que tenía en la garganta.

– Pequeño, tenemos algo que enseñarte-. Se notaba que ellos estaban como yo o más nerviosos y las únicas preguntas que había en mi cabeza era ¿dónde estaba?, ¿qué me ocultaban?, y ¿qué había pasado?.

Integrándome otra vez a la realidad, me extendieron una carta, esta vez parecía tener más papeles dentro y estaba envuelta en un sobre color naranja, mi color favorito.
Empecé a abrirla con las manos nerviosas y con el corazón acelerado.

Querido Alexi. Me gustaría que esta fuera una más de las cartas que te he enviado, durante estos meses; bueno, mejor dicho, te las ha enviado mi padre; seguramente te estarás preguntado dónde me habré metido y qué estaría haciendo, pero quiero decirte que esta es nuestra despedida que no habrá más cartas, ni más sufrimiento. Quiero confesarte que el tiempo que pasamos juntos ha sido de los mejores, me devolviste la felicidad, pero nunca llegué a decirte que nunca había estado bien con una persona como lo estuve contigo. Me sentía vacía y sin ninguna motivación, esto no es reciente, he estado así durante años y sabes? creo que las personas tienen un límite, y yo llegué al mío, no soportaba estar así. Prefiero no contarte las razones, sólo recuerda que tú fuiste y eres la persona que quise y querré por el resto de mi existencia.
Con amor, Verónica.

Sin darme cuenta ya estaba llorando, pero aún no comprendía la carta. Después de relajarme y dejar de llorar, sus padres me contaron qué le había sucedido. Ellos tampoco saben por qué lo hizo, ambos estaban totalmente destrozados, siempre se la veía feliz, con una gran sonrisa, mientras nos tenía engañados. Mi mente no podía procesar el enorme dolor que tenía en ese momento; y así me puse a llorar una vez más sin poder controlarme, ¿Por qué? era mi única pregunta, esto no era nada justo, para nadie.

Pasaron los días, meses, años e incluso así siento que ella cumplió nuestra promesa de estar juntos para siempre, nunca sabré por qué lo hizo, pero seguramente ahora esté mejor. Mientras caminaba se levantó una fuerte brisa, y observé como unos pequeños pétalos caían frente a mí, a 5 centímetros por segundo.