Contes de l’absurd o concurs de narrativa breu per al professorat (bases)

La literatura de l’absurd s’inspira en el surrealisme i la filosofia de l’absurd per crear obres literàries marcades per l’humor i la sorpresa, per denunciar situacions socials o reflexionar d’una manera diferent sobre qüestions existencials.

En aquestes obres es porten els esdeveniments quotidians fins a les seves últimes conseqüències. El lector reconeix els referents i veu versemblants els resultats que s’anuncien, tot i que s’allunyen absurdament de la realitat.

BASES DE  LA CONVOCATÒRIA:

  1. Els treballs han de presentar-se en foli DIN A-4.
  2. L’extensió màxima serà d’una plana, en cos de lletra 12 i interlineat d’1’5.
  3. Els treballs que concursin hauran de signar-se amb pseudònim sense  fer constar el nom real de l’autor o l’autora.
  4. Cada treball ha de presentar-se en un sobre tancat. A la portada del sobre s’hi ha de fer constar el pseudònim i la modalitat (relats breus de l’absurd). Dins del sobre, a més del treball, s’hi ha d’adjuntar un altre sobre petit i tancat on s’hi indiqui el nom real de l’autor/a a qui correspongui el pseudònim.

TERMINI I LLOC DE PRESENTACIÓ:

Fins al dilluns 8 d’abril a les 13’30h, a Consergeria.

PREMI:

Pendent de definir. Però… interessant!

 

Llegiu el conte guanyador de l’edició 2017. I en aquest enllaç podeu llegir també l’entrevista que li vam fer.

El conte guanyador:

INICIACIÓN AL MASAJE

Autor: Josep Parra

Fue cosa de mi novia la del Opus. Tan recatada siempre. Tan de misa los domingos y fiestas de guardar. Tan poco amiga de hacer cosas emocionantes, que me sorprendió cuando dijo:

  • ¿Tú quieres hacer un curso de masajes que organiza el Ayuntamiento?

¡Absolutamente sí! Lo que fuera con tal de romper aquella tediosa rutina de horas y horas de sofá en casa de sus padres en que se había convertido nuestra relación. En vez de unos jóvenes y vitales estudiantes de universidad, parecíamos dos momias fosilizadas frente al televisor. ¡Pero nos queríamos mucho, que conste! ¡Eso sólo se aguanta por amor!

  • ¡Te apunto, pues! Será solamente los martes, a partir de la semana que viene. Tienes que traer ropa cómoda, o sea, un chándal; y zapatillas de deporte.
  • ¿A qué hora vengo?
  • Empieza a las ocho y está a diez minutos de aquí… Vente a menos cuarto.

¡No había chico de 22 años más feliz en toda la zona! ¡Un curso de masajes! ¡Con mi novia! ¡Planazoooo!

Y llegó el día M (de Martes y de Masaje), y me planté puntual en su casa. Me abrió la puerta vestida con sus mejores galas, como para recibir al obispo.

  • ¿Aún no te has cambiado? ¡Llegaremos tarde!
  • No, si yo no voy.
  • ¿¿Cómo que no?? ¡¡Pero si fue idea tuya!!
  • ¡No, no, no! Yo te dije si TÚ querías hacer el cursillo. ¡De mí no dije nada!
  • ¿Y ahora qué? ¿Tengo que ir solo?
  • ¡Ah, no! Tranquilo. Mi padre también se ha apuntado.

Y bajó por la escalera el armario ropero de su fornido padre, con su chándal y con una mirada retadora que decía: “Pensabas que podrías sobar a mi hija a placer, ¿eh?”.

Y allá que nos fuimos los dos machos alfa, envueltos por un silencio incómodo, hasta el local del Ayuntamiento. Nada más llegar, una motivada monitora gritó:

– ¡Poneos por parejas! ¡Uno de los dos que se descubra la parte superior del cuerpo y que se tumbe boca abajo!

Mi suegro no me dio opción a formar equipo con nadie más.

  • ¿Empiezas tú o empiezo yo?
  • Tú, tú. ¡Mejor tú!- mi voz era un manojo de nervios.

La pizpireta monitora repartió botes de polvos de talco por toda la sala, mientras aparecía frente a mí la espalda más grande y peluda que jamás había visto tan de cerca.

  • ¡Apretad con los pulgares por la zona de los hombros!

¡Qué asco! ¡Qué repelús! ¡Qué trance! ¿Cómo había llegado hasta esta situación? ¡Maldita y mil veces maldita!  ¡Maldita mi novia, y maldita la lingüística tramposa que me impidió ver la trampa en que caí como un tonto enamorado!

  • ¡Pero aprieta más!

Mis dedos eran de merengue. Rehuían el roce con aquel orco. ¡Ellos que soñaban con acariciar piel de gacela, ahora se encaraban a un matojo de zarzas y espinos!

  • ¡Quita! ¡Ponte tú boca abajo, que ya lo hago yo!

¡Como para llevarle la contraria! Sumiso cual corderito en el altar sacrificial, desnudé mi espalda y permití que sus garras de Freddy Krueger me laceraran, en una suerte de tortura que ni de lejos parecía un masaje.

  • ¡Para, para! ¡Que me haces cosquillas!- dos lagrimones rodaron sobre la loneta.
  • ¿Te hago daño?
  • ¡No, no! Es que tengo muchas cosquillas- no sabía cómo salir de aquella.

Al cabo de quince desdichadas horas de frota-frota mútuo, o al menos así lo viví yo, la clase se dio por terminada. And so did I! Fertig! Finito! Nunca mais! Ni me asomé otra vez por el curso de masajes, ni mi suegro y yo volvimos a tocar el tema (ni nuestras espaldas). Pero así, con sangre y dolor, aprendí una gran lección: hay que fijarse ¡MUY BIEN! en ¡TODAS! las palabras que se dicen cuando te hablan.

 

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