Romance de la luna, luna
Cuando empezamos el curso de literatura castellana, le conté a mi abuela que estudiaría a escritores y poetas españoles famosos como Calderón, Cervantes, Galdós, Lope… Entonces ella me preguntó: “¿también estudiaréis a Lorca?” Busqué entre mis apuntes para comprobarlo, y le dije que sí, que leeríamos el Romancero Gitano en clase. Una sonrisa se dibujó en sus labios, y me empezó a recitar los primeros versos del Romance de la luna, luna. Me quedé sin palabras. Mi abuela siempre nos cuenta historias de cuando era joven, y cuando voy a visitarla sin avisar me la encuentro cantando canciones o recitando poemas. Pero nunca antes había mencionado a Lorca, ni una sola vez que yo recuerde. Así que me senté a su lado esperando una explicación que ella me dio muy contenta. Me contó que, aunque no era de su época, sus padres sí que habían vivido los mismos años que él, los años anteriores a la guerra civil española. Le pregunté sobre mis bisabuelos, y ella me dijo que eran campesinos republicanos muy unidos a la cultura y que les gustaba mucho la poesía de Lorca. Nos pasamos la tarde hablando sobre cómo eran las cosas entonces hasta que tuve que volver a casa. Cuando supe que tenía que hacer una recreación de uno de los poemas de Lorca no lo pensé dos veces: tenía que ser el “Romance de la luna, luna”. Me acordé de esa tarde y de todas las que he pasado con ella, y recordé que muchas veces nos contaba sus historias mientras bordaba o tejía. Así que le pedí que me enseñara a hacer punto de cruz, pero no le dije para qué. Ella me enseñó los pasos básicos y a partir de ahí empecé a coser. El domingo fui a verla de nuevo y le enseñé lo que había hecho. Se puso muy contenta, y aunque se rio de mí por haberme equivocado en algunas letras, me dijo que la había hecho muy feliz.
Laia Rimbau Gómez
