“La cruda realidad”. Aida Pérez.

Obra guanyadora de l’edició 2020 del concurs de Sant Jordi a l’Institut La Serra en la categoria de “Narrativa”. Autora: Aida Pérez.

La cruda realidad

En un 12 de marzo, cuando el invierno ya casi llegaba a su fin, a miles de decenas de alumnos les dan la noticia que las clases son canceladas hasta nuevo aviso. Caras de alegría era lo que más se apreciaba en aquellos momentos, pero no todo era felicidad, entre toda aquella multitud, había un rostro de tristeza que sabía toda la realidad.

Llegó la hora de ir a casa. En los pasillos era todo fiesta, gritos, saltos, diferentes emociones y sensaciones de libertad. Al cabo de unas horas descubrieron la dura realidad del motivo de aquella decisión, muchos en realidad ya la sabian, pero hacían como si no. Por otro lado, los que se evaden de la realidad se enteraron de que aunque las clases habían acabado temporalmente, no se podía salir de casa.

Las horas iban avanzando al ritmo de un caracol, y el descontrol acompañado de raras emociones al de un rayo. Los días también pasaban unos eran más amenos y otros no, el aburrimiento llenaba el vacío que dejó la rutina, el cual cada dia les pasaba factura.

Semanas que parecían meses, sentimientos que caminaban por sus pieles, pero no todos los días de la misma manera. Llamadas a sus seres queridos y amigos, cosa que hacía más amena la estancia en casa. Miles de horas dedicadas a juegos, series, películas y redes sociales que nos distanciaban un poco de la realidad.

Meses que suenan como años, la realidad estaba aceptada, no todos hemos pudimos escapar de aquella situación, algunos les tocó luchar contra ella cada día y vencerla, pero en cambio, había una pequeña parte, que lucharon y perdieron, perdieron miles de besos de sus familiares, miles de momentos con las personas que más querían, perdieron alegrías pero también tristezas. Había personas que les tocó luchar el doble, luchar por aquellos que perdieron y por ellos mismos. Porque sabían que al salir de esto podrían recuperar todo el tiempo perdido, no de la misma manera, porque ya no estarán todos, pero de alguna manera todas las muestras de cariño llegan a su destino, sin importar el donde ni el cómo.

Todo ese tiempo encerrados, nos ayudó a saber valorar y apreciar lo que tenemos, que no somos eternos, qué hay que cuidar todo lo que queremos, un beso, una sonrisa, hasta el más mínimo detalle. El tiempo corre, pero podemos correr con él para poder volver a ese 12 de marzo donde lo teníamos todo y la felicidad nos inunadaba sin darnos cuenta.

 

 

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