Buscando la heroicidad con los héroes

Buscando la heroicidad con los héroes

Con el paso del tiempo hemos ido moldeando el concepto de héroe como si de un chicle se tratara. Hemos pasado de considerar “heroica” toda aquella persona ilustre y famosa por sus hazañas o virtudes a creer que un héroe es aquel ser todopoderoso, omnipotente y volador que lucha contra villanos para proteger a bellas damiselas cuya relación terminará en la azotea de algún cuco y romántico apartamento de la ciudad de Nueva York. No, un héroe no es eso, no dejemos que Marvel nos enjuague las ideas con sus películas surrealistas de personajes venidos del planeta Krypton. Antes de atacar al verdadero asunto de este texto, me gustaría precisar mi opinión acerca del carácter heroico. ¿Héroe o hechos heroicos? Uno no es héroe veinticuatro horas, siete días a la semana, así que, como mucho, llevará a cabo actos gloriosos; por otro lado, la concepción puede cambiar respecto a la persona, sus creencias, su ideología o bien por la sociedad en la que vive. El Cid sigue siendo un héroe o patriota a seguir para muchos españoles que lo veneran e idolatran con estatuas y plazas con su nombre, Napoleón, descansando debajo una majestuosa cúpula dorada construida por Louis XIV en el pintoresco centro de París, sigue siendo el orgullo de los galos. Ahora bien, ¿qué pasaría si nos alejásemos y preguntásemos que opinan los árabes del Cid o los españoles de Napoleón? ¿los considerarían héroes? ¡Probablemente no! Es justamente mediante estos dos personajes que veremos qué es un héroe y cómo consiguen esa consideración.

Para empezar, tanto el Cid como Napoleón son personajes transcendentales en la respectiva historia de España y Francia; son hombres recordados en la actualidad por muchísima gente que no tiene ni ha tenido ningún parentesco con ellos. Además, eran hombres de palabra, es ésta la cualidad que deberíamos destacar por encima de todas: como buenos “héroes” patrióticos, estaba entre sus deberes la escucha, la ayuda, la representación y, ante todo, el respeto y lealtad hacía los súbditos, quienes idolatraban sus actos. ¿Quién ha visitado el Museo del Louvre y no ha visto el cuadro neoclásico de Jacques-Louis David representando la consagración de Napoleón? ¡Desde luego ningún franco! Ese cuadro aún hoy en día sigue suscitando sentimientos de orgullo nacional entre los franceses, al igual que las miradas de muchos burgaleses y muchas burgalesas adquieren el brillo de una estrella cuando ven la estatua de ese personaje que en muchas casas sigue siendo el “héroe de España”. Otro elemento indispensable es la valentía, según el Cantar del Mio Cid, si algo le sobra a su protagonista es coraje, osadía, cualidades sin duda indispensables para luchar por la libertad de su tierra, para imponer sus valores fundamentalmente cristianos y para plantar cara a un monarca tal y como se explica en el cantar del destierro. Cruzando los Pirineos y adentrándonos en Europa hasta las lúgubres calles del París postrevolucionario y desde el Palacio de las Tullerías  (actual Museo del Louvre), el “Cónsul” dirigió la expansión de los principios de lo que en cierto modo hoy constituyen las bases de nuestro sistema social, político, jurídico… las ideas de la Ilustración. Así pues, de sus existencias cabe remarcar, la convicción que sentían por sus valores, por su pueblo y por hacer aquello que ellos consideraban justo para su pequeña parcela de mundo.

Todos los “héroes” desde Carlomagno a Gandhi y pasando por los ficticios, es decir, desde Superman a Batman, han cometido alguna vez un error o simplemente sólo una heroicidad. Por ejemplo; hace ya unas décadas que se puso sobre la mesa de debate una cuestión que podría haber cambiado la perspectiva de los españoles acerca de su más famoso campeador: ¿era un mercenario? Fuentes históricas demuestran que en diferentes cruzadas el Cid se alio con reyes musulmanes para impedir el avance de los cristianos que esperaban agazapados en el norte el buen momento para atacar los reductos de Al-Andalus. Aunque sea difícil de creer y aún más de erradicar el rumor, es un argumento más a tener en cuenta acerca de los héroes. Por otro lado, Napoleón, ese hombre constituido por carne y hueso, y que a su parecer era casi un dios todopoderoso, también cometió errores flagrantes y que se podrían definir en un conjunto de palabras: ¡ambición llevada al extremo! Por lo menos el Cid defendió su causa (la expulsión de los musulmanes) hasta el final y no fue derrotado en Waterloo con un ejército compuesto por viejos soldados retirados después de las campañas rusas y europeas.

img_1914Tras la reflexión y como resume un proverbio americano: “cualquiera puede caer por descuido en el heroísmo”. La concepción de heroicidad es diferente entre las etnias, nacionalidades e ideologías, en resumen, entre las personas. A lo largo de este texto hemos visto que uno no nace héroe, que el objetivo de la vida humana no tiene que ser perseguir este fin sino hacer el que uno considera y cree firmemente que ha de hacer sirviendo y honorando sus principios. Es la sociedad quien le cuelga la medalla de superhéroe a alguien, somos nosotros quienes, como decía Voltaire, necesitamos ser dirigidos por alguien.

 

 

 

 

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