Esta noche, 24 de noviembre, tenemos un plan. Vamos al teatro. Todo un ritual: la reserva de entradas desde hace unos días, acicalarse para el gran momento en el que entremos en la sala y viajemos al mundo de la vieja Celestina. Hechicera, embaucadora, maestra de almas enamoradas. Las artimañas para sus fines son redes en las que se atrapan los deseos desenfrenados y la codicia. Sobre estos, se alza su gran apego a la vida.
En el Núria Espert se apagan las luces. Silencio. Las miradas expectantes de un grupo numeroso de jóvenes de varios institutos nos anuncian el principio de algo esperado. Un revoltijo de emociones borbotean entre el público. Por fin comienza la función de la mano de la compañía teatral Atalaya. Un canto telúrico nos sobrecoge. Chorro de luz, sonido y color invade nuestros sentidos.
Sucesión de escenas protagonizadas por actores y actrices que danzan al compás de las palabras fieles al texto de Rojas. Movimientos sensuales que sutiles insinúan encuentros carnales con delicada elegancia. Cintas rojas se trenzan en la telaraña de la pasión, Melibea ha caído en algo que desea y rechaza al mismo tiempo, eso a lo que llaman amor.
Se encienden las luces. ¿Todo se acabó? No, unidos por el teatro nos queda la magia compartida.
Nuestro más sincero agradecimiento a los chicos y chicas que una noche de sábado optaron por acompañarnos al teatro. Cuidemos de este espectáculo tan antiguo, tan nuevo.
Departamento de Lengua Castellana